¿Sabes qué es el mansplaining? Entérate, y si lo haces, ¡evítalo!

Claudia es una reconocida instructora que constantemente recibe indicaciones de hombres que piensan que no sabe conducir bien. Violeta tiene una licenciatura en Gastronomía y es la chef a cargo de un restaurante, pero uno de sus asistentes siempre añade algo a sus platillos para que “queden mejor”. A Silvia sus compañeros de prepa la interrumpen durante las exposiciones para decir lo mismo que ella explicaría en su participación. Ellas tienen algo en común… 

En 2012, a la autora estadounidense Rebeca Solnit le pasó lo mismo cuando en una fiesta un hombre le recomendó leer un libro que explicaba de mejor manera las ideas que ella planteó en una charla. El libro había sido escrito por ella. El suceso dio origen al ensayo “Los hombres me explican cosas”, en el que Solnit explicó esta nueva forma de machismo.

A partir de entonces, el término mansplaining apareció de manera constante en blogs sobre feminismo en donde las mujeres narraban cómo constantemente eran discriminadas intelectualmente por hombres, incluso en temas en los que ellas podrían definirse como expertas.

La periodista Lily Rothman presentó después un concepto más acertado para esta práctica masculina que no solo se remite al ámbito académico, sino a cualquier otra situación en la que un hombre dé por hecho que la opinión de una mujer no es valiosa, que minimice las experiencias del sexo femenino o que obstaculice la intervención de una mujer en cualquier tipo de diálogo.

Rothman define el mansplaining como el acto de explicar sin tener en cuenta el hecho de que la persona que está recibiendo la explicación sabe igual o más sobre el tema que quien lo está explicando, puntualizando que este comportamiento es más común por parte de los hombres hacia las mujeres.

El peligro de ver el mansplaining como un fenómeno aislado o como un hábito común y generacional es que puede influir de manera directa en la autopercepción intelectual de las mujeres y alterar el desarrollo de la personalidad de niñas y adolescentes.

Mariel Yee, activista del Colectivo de Mujeres Activas Sinaloenses, explica que este hábito está tan normalizado que incluso puede llegar a formar parte de pensamientos interiorizados, adoptados y replicados por otras mujeres, principalmente en actividades o áreas asociadas con el sexo masculino.

“Es fácil detectar el mansplaining, porque casi siempre se manifiesta en forma de opiniones u observaciones que no son solicitadas”, expresa.

Y aunque hay ocasiones en que se puede hacer sin mayor intención, a menudo se relaciona con el objetivo de ridiculizar, invalidar o invisibilizar el discurso de una mujer, por el hecho de ser mujer. 

“Es un juego de poder que se nos inculca tanto a mujeres como a hombres desde la infancia” señala la activista.

¿CÓMO IDENTIFICARLO?

Un mansplainer regularmente buscará:

• Encontrar la manera de dar la contra al discurso de una mujer.
• Agregar puntos de vista a la opinión de una mujer.
• Intentar convencer de que la opinión de una mujer es poco valiosa.
• Tomar espacios destinados a la expresión femenina.

El mansplaining no surge como un término espontáneo. Según estudios de la Universidad de Princeton, un hombre habla tres veces más que una mujer en una reunión de trabajo. Otra investigación de la revista académica Journal of Language and Social Psychology precisa que es más probable que un hombre interrumpa a una mujer, que a la inversa.

¿Qué se debe hacer cuando aparece un hombre con “muchas ganas de explicar”?

Yee, también integrante de Girl Up Sinaloa, menciona que más que una situación cómica o incómoda, el mansplaining debe invitar a la reflexión. 

“La mejor forma de combatir estas explicaciones innecesarias es evidenciándolas en el momento”, indica. Esto, no solo para que el hombre entienda que están mal, sino para que las personas alrededor y las mujeres que las presencian entiendan lo negativas que son estas acciones y que no deben replicarse.

Además, agrega, se debe trabajar entre los menores el tema del respeto a la participación y el libre diálogo, para que tanto niñas como niños no interioricen estas prácticas y puedan entablar relaciones más equitativas en el futuro.

El primer paso para combatir este tipo de costumbres arraigadas y heredadas por miles de años es reconocer que existen y que pueden afectar de manera progresiva la seguridad y la autoestima de niñas, adolescentes y mujeres en general.