La guerra ha sido una constante en la historia de la humanidad. Los registros históricos señalan que desde un principio las comunidades humanas hicieron la guerra a sus vecinos para tomar control de sus territorios y propiedades o para obtener esclavos.
Mucha gente piensa que las guerras del siglo XX fueron las más mortíferas de la historia, pero la realidad es otra. El investigador Steven Pinker ha documentado que los conflictos del pasado eran mucho más sangrientos. Es difícil de creer, pero en realidad tanto el número de guerras como los muertos en ellas han venido descendiendo en el mundo.
Hay quienes piensan que la ONU ha fracasado porque hemos visto desde su creación guerras como las de Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, Siria y Ucrania, entre otras. Pero ahora es mucho menos probable que suframos directamente una guerra que en el pasado. Los mexicanos, de hecho, no hemos tenido realmente una desde la Cristiada, en la década de 1920. La Revolución Mexicana, de 1910 a 1917, resultó extraordinariamente mortífera y destructiva en lo económico. Pero México lleva un siglo en paz. Hay que estar agradecidos.
La invasión rusa de Ucrania nos ha confrontado nuevamente con los horrores de una guerra internacional. Ya no hay forma de justificar esta violencia con argumentos nacionalistas. Las guerras son simplemente inaceptables. La humanidad ya debería haber aprendido a rechazar la violencia como forma de resolver las diferencias. Pero todavía no hemos logrado esa sabiduría.