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Padres toxicos

Opiniones

Para no ser un padre tóxico hay que responder a la pregunta: ¿Cómo ser buenos padres?

En una paternidad sana, los padres deben autoanalizarse, identificar sus patrones de comportamiento, repetir los positivos y buscar evitar los negativos.

por Priscilla Moreno

Cuando un papá o mamá tienen actitudes que perjudican el desarrollo emocional de su hijo y su relación con ellos no es saludable, se les considera padres tóxicos. ¿Sabes qué debes hacer para no convertirte en uno? Sigue leyendo…

“El término está muy de moda, lo vemos como una persona que daña a los demás, muchas veces sin darse cuenta; que sus interacciones no son saludables”, explica María Elena Galván, psicóloga especialista en educación.

La experta sugiere hacer un examen de conciencia profundo y honesto donde te preguntes cómo te llevas con tus hijos, como los ves a ellos, cómo te relacionas con los demás; identificar si estás ayudando a tus hijos a ser una mejor versión de sí mismos, formándolos con cariño y firmeza.

“Si estás bien contigo mismo, vas a hacer bien tu trabajo como padre”. 

El modelo tóxico: 

Hay algunos patrones de conducta que pueden indicar si eres un padre o madre tóxico. Si te reconoces en alguna de estas definiciones, ¡aguas!

Egocentrista. Hay una falta de empatía por las necesidades de los hijos, lo rigen sus propias necesidades.

Inestable emocionalmente. No mantiene control de sus emociones, tiene sobresaltos de ira, reacciona impulsivamente, grita. 

Criticón. Se enfoca en el defecto y lo que considera “malo”. Critica antes de alabar. 

Autoritario. Impone en todo momento. Reprime emociones, talentos, comentarios, no permite explorar, crecer.

Manipulador. Quiere que las cosas se hagan como él/ella quiere, de lo contrario, activa respuestas emocionales agresivas o chantajes.

Dependiente. Usa a sus hijos para cubrir necesidades, se vuelve dependiente de ellos.

No lo hagas:

Evitarles dolor o errores. Protegerlos es el primer instinto de los padres, pero la vida real no es siempre color rosa. Hay que acercarlos al mundo real con cautela, dejar que enfrenten frustraciones y aprendan a superarlas.

Invalidar sus sentimientos. “¿Por qué lloras por eso?”, “no te enojes”, “no tienes por qué estar triste”. Permite que conozcan sus emociones y sepan identificarlas, serán personas mucho más sanas.

Sólo elogiar. Elogiar por todo es una forma de no guiar, hay que aplaudirles y felicitarlos cuando el caso lo amerite, pero no todo el tiempo. 

Atemorizar o imponer. Chantajes, manipulación o miedo son formas tóxicas de querer imponer una regla o “castigar”. Usa el diálogo, hagan acuerdos y establece límites desde el respeto.

Querer que sean perfectos. Nadie lo es, así como tampoco son una extensión tuya. Cada uno va formando su propio camino, con errores y aciertos.

Dejarlos hacer lo que sea. No poner límites es negligente y no favorece a los hijos. Con límites y normas el niño se siente seguro y protegido; educa con amor, respeto y firmeza.

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