“La primera riqueza es la salud”. Esta frase es de Ralph Waldo Emerson, filósofo estadounidense del siglo XIX que sostenía que la tranquilidad y la salud dependen de la armonía con la naturaleza.
Esta armonía se construye con el tiempo. Muchas enfermedades que padecemos son producto de conductas que mantenemos durante años. Sus consecuencias se van acumulando. Un cigarrillo no nos hará daño, pero una cajetilla al día nos enfermará gradualmente.

Las enfermedades crónico-degenerativas, las no transmisibles, representan las principales causas de mortalidad y discapacidad. Entre ellas se incluyen las cardiovasculares, la hipertensión, la diabetes y el cáncer.
Estas enfermedades tienen un costo enorme para las familias y para la sociedad. Provienen en parte de factores genéticos y ambientales, pero nuestras conductas son detonadores o agravantes.
La mejor manera de reducir las posibilidades de sufrir estas enfermedades es mantener una vida sana. Una dieta equilibrada, el ejercicio cotidiano, la tranquilidad al enfrentar los retos de la vida y la abstención de consumos excesivos de alcohol o tabaco son las mejores herramientas.
Quizá haya gente a la que no le importe morir mientras enciende un cigarrillo o engulle una comilona, pero en muchos casos estas enfermedades no nos pueden dejar discapacitados sin matarnos de inmediato. Y esa amenaza es siempre peor.