El presidente López Obrador ha fortalecido los subsidios, que ya existían, y los ha convertido en el eje central de su programa de gobierno. Y, sin embargo, la pobreza, en lugar de disminuir, ha aumentado.
Una de las razones es la pandemia, por supuesto. Esta golpeó duramente la economía, hizo que se desplomaran las ventas en muchas actividades y destruyó millones de empleos, tanto formales como informales. Otra razón fue la caída en la inversión que empezó antes de la pandemia. Cuando la inversión productiva baja, como ha ocurrido en México desde 2018, el resultado es una menor creación de empleos y de prosperidad para todos.
Si algo nos demuestra la experiencia es que los programas sociales no son suficientes para rescatar a la gente de la pobreza. Para salir adelante se necesita trabajo. Solo este puede construir prosperidad y permitir realmente una puerta de salida a la pobreza.
La caridad, como la que practica el gobierno, tiene ventajas políticas. Las personas que reciben dádivas del gobierno suelen votar por el partido en el poder. Pero por sí sola, sin embargo, la caridad no ayuda a alcanzar una mayor prosperidad. Recibir ayuda tampoco le da a la gente dignidad personal. Eduardo Galeano, un escritor uruguayo de izquierda, lo explicó así: “A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder”.
Quizá por eso debemos pedir al gobierno menos dádivas y más trabajo.