En pleno 2023 los videojuegos celebran más de 50 años de existencia y su evolución es clara. No solo se pasó de rebotar una pelotita de un lado para otro a tener gráficos que parecen sacados de la realidad, sino que jugar videojuegos pasó de ser una actividad de ocio a convertirse en un tipo de arte visual y narrativo, que además tiene la posibilidad de exaltar emociones en los usuarios.
La vía de escape durante la pandemia
Uno de los ejemplos que mejor explican el uso terapéutico de los videojuegos sucedió hace un par de años, cuando el COVID-19 paralizó al mundo y muchos se volcaron en las consolas como una forma de sobrellevar la soledad y el aislamiento.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la pandemia provocó un aumento del 25% de la ansiedad y la depresión en todo el mundo y despertó conciencia sobre la importancia de la salud mental.
En su momento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) también destacó la relevancia del tema.
“Ésta es una llamada de atención a todos los países para que presten más atención a la salud mental y hagan un mejor trabajo de apoyo a sus poblaciones, ya que esto es solo la punta del iceberg”, comentó entonces su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Depresión y videojuegos
Más recientemente, un estudio hecho por la Universidad de Cambridge demostró que los videojuegos pueden ayudar a reducir la depresión siempre y cuando se establezca un horario límite para no dejar de lado el resto de las actividades del día a día.
El estudio abarcó diversas áreas como la psiquiatría, la epidemiología del comportamiento y las condiciones psiquiátricas. Los investigadores se enfocaron en examinar las posibles asociaciones de los videojuegos con síntomas depresivos y los resultados revelaron que las personas que solían jugar videojuegos al menos una vez por semana tenían hasta un 25% menos de probabilidad de sufrir depresión con respecto a quienes no jugaban nunca, destacando siempre la importancia de usarlos sanamente y con las restricciones correspondientes para evitar el efecto adictivo.
Los videojuegos, entonces, pueden funcionar como una vía de escape para las personas, además de que contribuyen a alimentar la fantasía y la creatividad para la resolución de problemas. Son algo más que un simple entretenimiento, pues en ocasiones logran mejorar el estado de ánimo de los jugadores y ser un apoyo en la búsqueda de aquello que todos anhelan: la felicidad.