Todos podemos superarlo
¿Te ha pasado que terminas una relación amorosa y sientes que, literalmente, te duele el pecho? No es solo una sensación, pues de acuerdo con científicos y terapeutas, después de que una relación amorosa termina el cuerpo es capaz de percibir dolor en zonas particulares, como el corazón roto.

De la misma forma en que vivimos un duelo cuando muere un ser querido, así vivimos uno pero amoroso cuando una relación termina. De acuerdo con la Clínica de Psicología de la Universidad Anáhuac, “el duelo es un proceso psicológico al que nos enfrentamos tras la pérdida de cualquier objeto de apego”, y no solo aplica a la muerte, pues hay muchos tipos de pérdidas: mudarse de un lugar a otro, cambiar de carrera, trabajo o situación económica; incluso una enfermedad y, por supuesto, la ruptura de una relación de pareja.
Fases del corazón roto
Al igual que en un duelo por fallecimiento, el duelo amoroso tiene varias etapas por las cuales se transita. Éstas son:
- Negación. Cuando una relación amorosa acaba, es común que quien no quería que terminara se cuestione constantemente “¿por qué yo, por qué esto me está pasando a mí?”, negándose a aceptar la realidad, pues resulta muy dolorosa.
- Búsqueda de respuestas: perdemos la paz y la cabeza buscando respuestas de forma desesperada. Queremos saber exactamente qué fue lo que pasó, cómo y dónde. Y al no encontrar respuestas o al menos no las que buscamos, nos sentimos perdidos y desesperados, lo cual nos lleva directamente a la siguiente etapa.
- Ira. El enojo es parte de las etapas clásicas del duelo amoroso. Hay que encontrar un responsable y culparlo de todo lo malo que nos sucede. A veces ese responsable podemos ser nosotros mismos, lo cual causará un sentimiento de culpa y remordimiento por no haber hecho lo suficiente o lo correcto. Cuando la ira está dirigida hacia nuestra ex pareja, ésta resulta positiva, pues nos empodera y nos hace pensar que nos merecemos algo mejor y a alguien que nos trate bien y no nos haga sufrir.
- Negociación. Estás dispuesto a cualquier cosa con tal de regresar con la persona. Deseas que todo vuelva a ser igual (aunque eso estuviera mal). Tratas de enmendar errores y de volverte todo lo que nunca fuiste. A veces funciona, pero en realidad es como tapar el sol con un dedo, pues los problemas de raíz siguen ahí y los cambios en muchas ocasiones suelen ser pasajeros.
- Aceptación inicial. Una de las dos partes (en el mejor de los casos, ambas) se rinde y acepta que no es sano para la relación continuar. Cuando sucede al mismo tiempo es ideal, pues suaviza la transición de la ruptura, y ciertamente a la parte de la relación que tiene esta aceptación le resulta más fácil seguir.
- Esperanza redirigida. Finalmente, hay una luz de esperanza. Empiezas a aceptar la idea de que vas a estar bien y que la vida continua, aunque tu ex ya no esté en ella. Comienzas a hacer planes, ideas nuevas y atractivas que te hacen pensar que quizá estar soltero o soltera no es tan malo como pensabas. Hay vida después de una ruptura amorosa.

Jo Hemmings, psicóloga conductista y experta en relaciones de pareja, pone en palabras muy sencillas lo que representa una ruptura amorosa: “Básicamente, es el estado provocado por una pérdida emocional devastadora”. Y agrega: “Si bien es diferente para cada uno de nosotros, el sentimiento intenso de tristeza, pena y la sensación abrumadora de que nunca vamos a poder superar el dolor es común (en todos los casos).”
Sí, es horrible terminar una relación que pensabas duraría para siempre. Pero la buena noticia es que solo es cuestión de aguantar, de transitar el duelo como quien camina a través de un campo que a veces tiene espinas y a veces pasto suave. Nada es para siempre y la tristeza derivada de una ruptura tampoco lo será, siempre y cuando te ocupes de tu salud mental. ¿Cómo? Adquiriendo nuevos hábitos, conociendo a personas nuevas, encontrando nuevos intereses y hobbies. Y recordándote que si no estás más en esa relación, seguramente hay un buen motivo detrás, que con el tiempo comprenderás.

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