Llega el tan esperado día de quincena y mientras estás administrando los gastos que debes hacer se te atraviesa el deseo de comprar algo que quizá no necesitas, pero que se te antoja mucho.
Y entonces escuchas la típica voz interna que te dice: “cómpralo, te lo mereces”.
¿Debes hacerle caso a ese impulso o destinar todo tu sueldo solo a cosas completamente necesarias?
Expertos en finanzas y en salud emocional coinciden en que invertir en gastos no necesarios es completamente válido, siempre y cuando este gasto sea planeado y no desestabilice ni tu economía ni tu tranquilidad mental.
“Para nada está mal que las personas disfruten del dinero que ganan y lo hagan adquiriendo bienes o servicios que desean. En donde hay que poner ojo es en la manera de hacer esto para que no les genere deuda”, señala Andrés Pereyra, asesor financiero y patrimonial.
“El problema es que las tarjetas de crédito son un gancho para decir: ‘sí puedo pagar’ o ‘disfruto ahora y pago después’, pero venimos pagando muchas veces hasta el doble del producto debido a los intereses. Entonces, lo recomendable es que los lujitos los hagamos con tarjetas de débito o trasferencias bancarias para que sea con dinero que en realidad sí tenemos”.
El especialista reitera que el uso correcto de las tarjetas de crédito es solo para situaciones de emergencia o imprevistos, y no como una “Lámpara de Aladino” de la que podemos sacar lo que deseamos.
“Yo diría que lo ideal es primero tener cubiertos los gastos fijos, los servicios, la comida, la renta, etcétera; y a partir de ahí destinar una parte a comprar eso a lo que le tenemos ganas. El gran error es pagar primero el “capricho” y dejar los gastos esenciales para después”.
El asesor afirma que el mejor consejo es ahorrar, ya que aunque en ocasiones esto nos impida darnos un gusto el día de hoy, el día de mañana lo podremos hacer sin endeudarnos.
“Les sugiero que vean esos gastos innecesarios como metas, y que a partir de eso ahorren para lograrlas. Así es más estimulante generarnos el hábito del ahorro”.
Ante la cuestión de cuándo y bajo qué condiciones es saludable y funcional destinar recursos a cosas innecesarias, la psicóloga Mónica Tafich es directa en su respuesta: siempre.
“Nuestra funcionalidad está directamente relacionada a tener todas las dimensiones de la vida en equilibrio: incluida la dimensión del placer, de la satisfacción, de la amabilidad propia”, señala la especialista en Terapia Clínica Breve Estratégica.
Lo importante, añade, es darnos cuenta si al gastar en esos “lujos” o “gustitos” dejamos o no de ser funcionales; es decir, si nos brindan equilibrio o al contrario, nos desequilibran.
“Si el lujo lo controlo yo, entonces comprar para celebrar algún logro, para atender un regalo de un buen amigo, explorar un estilo nuevo, es parte de ser funcional y atender todas las dimensiones de mi vida. ¿Cuándo esto se convierte en una trampa? Cuando el lujo me controla a mí y no al revés. Si compro para sentirme bien y noto que al comprar, la sensación de ansiedad no disminuye, sino al contrario, incrementa, entonces, el recurso no está en función de mi estabilidad y habrá que explorar otras soluciones a mi angustia”, afirma.
“Disfrutar es parte de nuestra experiencia de vida: tan funcional como te permitas vivirla”, agrega.
En conclusión, la ida al cine, a cenar, las vacaciones, los zapatos aquéllos o el vestido de fiesta son gastos innecesarios que podemos “autoregalarnos”, cuidando que esa compra nos aporte bienestar, pero no dolores de cabeza.