Descripción
Autor de una obra muy vasta, y muy fecunda también, y muy estimulante aunque ciertamente desigual —o imperfectamente redondeada, para decirlo en el griego de su joven colega y compatriota Juan David García Bacca—, José Ortega y Gasset es uno de esos “(cuasi) clásicos” de nuestras letras y de nuestro pensamiento a los que, tan atareados y tan obcecados como andamos en la pasiva recepción de lo ajeno, les regateamos eso que, al no dárselos a ellos, nos lo quitamos de paso a nosotros mismos: el justo y elemental, y aun vital reconocimiento.No los tomamos, y no nos tomamos en serio. Los pensadores de a de veras son los otros —pensamos, casi todos, sin detenernos a pensarlo de verdad—, nosotros no. Y con ese gesto nos privamos, nosotros mismos (en un acto de colonialismo intelectual del que nos volvemos los cómplices), del preciado don de la razón o la filosofía como ejercicio propio o personal, y al mismo tiempo como bien común o compartido, como comunidad y como tradición.Y es que el esnobismo de los “alterados”, de los que despreciando lo propio (como explicaba Villoro hace algunos años ya, en su conferencia de Cáceres) se esmeran por asimilarse a una tradición, y a una comunidad ajenas, es todo menos lo que pretende ser: no es un “estar al día” —como el que obsesionaba, en la estela de Ortega, al propio José Gaos—, sino un estar a lo que otros disponen, o van disponiendo que va a ser nuestro día a día. ¡Y eso ciertamente no es estar al día!
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