Descripción
Conocemos por este título a la afortunada novela de Martínez Sierra, cuyo nombre, insinuado por el poeta Juan Ramón Jiménez, fue de buen augurio para la obra escrita sin grandes pretensiones a petición de una editorial barcelonesa. Y esa novela, que el autor calificó de circunstancias, lleva ya sus trece lustros de haber aparecido y continúa fresca y atrayente con la simpatía de los lectores y su indiscutible popularidad, sucediéndose edición tras edición en todas las latitudes, ya que ha sido traducida a varias lenguas, y los jóvenes y los no jóvenes se sienten subyugados por su lectura y gozan con ella porque el tema que desarrolla es eterno, como eterno es el amor. Ana María y Agustín, primos, cobijados bajo el mismo techo acogedor, a donde llegaron huérfanos, al lado de la abuela Doña Margarita, fueron recibidos por ella con toda la ternura de su corazón, ya que venían a llenar el vacío dejado por los que habían partido, unos, a tierras lejanas, otros, al viaje sin retorno, y forjó un mundo de felicidad para aquellos dos nietos que casi desde que se conocieron aprendieron a quererse, cariño que se transformó en amor al llegar la juventud, y en esos amores juveniles puso la abuela la mitad de su alma y se apresuró a quererlos juntos. Apenas nacido aquel amor, Ana María, recta de criterio, planteó el problema de la separación, y Agustín lo aceptó porque deseaba ir por el mundo a aprender belleza, a trabajar, a soñar con la gloria, haciéndoles, al partir, la promesa a quienes quedaban, de recordarlas siempre, de escribirles con frecuencia. Y llegaron cartas al caserón plantado en la Sierra, y llegó después la gloria para el ausente, pero también el olvido, la infidelidad, provocada por una mujer en figura de bailarina se interpuso en el camino del artista, mientras la ingenua prima lo espera por largos años y aún tiene la generosidad inconcebible de escribir las cartas del olvidadizo nieto, para sostener la ilusión de cariño en la pobre abuela, que inváli
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