Descripción
Aunque tiene nobles antecedentes, el tanque de natación es una invención tan reciente como el ferrocarril, como la fotografía. Como aquellas tecnologías, implica además (o tal vez debería decir: significa) la toma de posesión por el hombre de un elemento natural: el agua. Lo sabíamos antes de Gaston Bachelard aunque el filósofo francés nos ayudó a comprenderlo: el agua en libertad, en movimiento o estancada, ha sido un detonador de fobias arcaicas ilustradas en la psique occidental que obligaron a instrumentar medidas de control. Si bien el océano sirvió para enlazar continentes, y crear desde finales del siglo XV la economía comercial que conocemos ahora, sólo fue posible librando una larga y terrible batalla psíquica en contra de una ancestral aversión al agua en sus estados salvajes: los flujos y reflujos, las mareas, el oleaje, las inmensidades glaucas, los pantanos estacionarios, las corrientes ennegrecidas de los ríos, la violencia de los torrentes, los desbordamientos de diques, presas y polders, se establecían como barreras naturales, implicaban una confrontación con la idea de vacío natural, la de una fuerza invencible.
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