La pandemia nos ha dejado muchas lecciones. Una es que la educación a distancia no cumplió con las expectativas, especialmente para los que menos tienen. Millones de niños han perdido uno o dos años de aprendizaje por la suspensión de clases presenciales.
Algunos niños tienen un mejor desempeño que otros en los estudios remotos, pero la distancia no permite la socialización entre estudiantes, lo cual es una función muy importante de las escuelas. Además, los niños que no cuentan con los instrumentos adecuados, como computadoras, tabletas y un internet rápido, no tienen la posibilidad de obtener siquiera un aprendizaje mediocre. Y en México más de la mitad de la población vive en pobreza y no tiene acceso a esos instrumentos.
Es claro por qué México y otros países tomaron la decisión de cerrar escuelas en la pandemia. Pero hay dos resultados muy concretos. El primero es que los cierres no impidieron que la enfermedad se difundiera ampliamente y dejara cientos de miles de muertos nada más en nuestro país. El segundo es que una generación de niños ha perdido entre uno y dos años de escuela. A una tragedia se le suma la otra.
Es positivo que se impulsen medidas sanitarias eficaces para reducir los contagios en las escuelas. Lo que ya no podemos hacer es mantenerlas cerradas.