La celebración del Día de San Valentín se atribuye al recuerdo de un religioso de los cristianos de los primeros tiempos, Valentín de Roma, quien pese a la prohibición del cristianismo por el Emperador Claudio II, casaba a los presos en las mazmorras romanas. El religioso fue detenido y condenado a muerte, pero mientras esperaba su ejecución oró para que la hija de su carcelero, quien era ciega, pudiera ver nuevamente. La joven recuperó la vista y pudo leer un papel escrito que el clérigo firmaba como “Tu Valentín”. Dice también la leyenda que Valentín se enamoró de esta chica.
Hay muy buenas razones para pensar que la historia es apócrifa, es decir, que no es auténtica ni está reconocida por la Iglesia. Valentín, de hecho, fue eliminado del santoral oficial católico por el Vaticano en 1969. Sin embargo, su nombre pervive en la celebración anual del 14 de febrero por el Día del Amor y la Amistad.
Éste es un festejo que muchos rechazan por su supuesto comercialismo, pero yo pienso que es una de las celebraciones más positivas del calendario. Si los mexicanos hemos hecho un festivo del Día de los Muertos, no entiendo por qué no deberíamos celebrar el amor, la mayor fuerza de vida.
Si bien es verdad que muchas veces expresamos nuestro amor el 14 de febrero con un regalo o con una cena, no hay nada de malo en ello. El regalo o la cena es, después de todo, solo una forma de expresar el amor.
Por lo pronto, me parece positivo que dediquemos por lo menos un pequeño espacio en el mes más corto para festejar al amor. Ahora habría que promover este festejo para celebrarlo todo el año.