Actuar con integridad
De una u otra manera, es muy probable que alguna vez hayamos sido partícipes de la corrupción, ya sea dando una “mordida” para que el oficial de tránsito no nos ponga una multa, para acceder a algún servicio o para llevar a cabo un trámite. Así mismo lo hacen los políticos, solo que sus acciones tienen una enorme repercusión. Pero eso no quiere decir que la corrupción a niveles pequeños no sea también dañina.
Hacer lo que nos toca
Imagina la cantidad de mordidas y actos deshonestos que ocurren todos los días en el lugar donde vives. Ahora, multiplícalo por todas las colonias de tu estado y luego haz el ejercicio con todos los estados del país. Así es la cantidad de corrupción en la que vivimos. Piensa, además, que ese dinero no se está invirtiendo en obras y programas que, al final del día, nos benefician a todos.
Muchas veces pensamos que es más fácil dar una mordida que perder el día yendo por nuestro auto al corralón o tratando de recuperar nuestra placa. Otras veces, la misma autoridad nos obliga a hacerlo, pues de lo contrario nuestro trámite no saldrá o se tardará muchísimo. Cuando se trata de la salud de nuestros seres queridos, sin pensarlo ofrecemos un pago para asegurar que estén bien y nadie podría reprocharnos eso. A pesar de todas estas razones, tenemos que esforzarnos por hacer lo que nos toca y actuar con integridad.
El efecto inverso
Cada uno sabe la situación en la que cometió un acto de corrupción y sobre eso debe reflexionar y pensar si pudo haber hecho las cosas de otra forma. ¿Se pudo haber evitado, denunciar la extorsión o hacer público el caso para que otras personas no caigan?
El punto es no quedarnos de brazos cruzados, mucho menos promover o recomendar la corrupción como salida a cualquier situación. Si seguimos normalizando el vivir en un país corrupto, no habrá dinero para arreglar las calles o para contar con un sistema escolar eficiente. No se va a aplicar la justicia, ni meter a los criminales a la cárcel, y las personas seguirán muriendo a causa de los malos servicios de salud.

Ahora imagina si actuamos diferente, con honestidad, si cada quien hace lo que le toca. Multiplícalo por todas las personas que conoces, por todas los habitantes de tu ciudad, de tu estado, de tu país, ¿a poco no cambiarían las cosas?
La honestidad se tiene que poner en práctica todos los días. Debemos enseñarla y compartirla con nuestros hijos, pareja, amigos. Solo así seremos más los honestos y menos los corruptos. Solo así acabaremos con este mal que tanto nos afecta.
Emiliano Montes de Oca es coordinador del proyecto anticorrupción en los estados de Ethos Innovación en Políticas Públicas.