Para muchos la disciplina y las formas tradicionales de educar son infalibles, mientras otros se cuestionan si sus hijos e hijas estarán recibiendo suficiente amor, cariño y comprensión, y cómo eso les afectará.
La forma en que se cría y educa a los hijos es un tema frecuentemente debatido.
Los procesos que ocurren en la niñez afectan el presente y futuro de una persona. Hoy más que nunca los expertos aconsejan prestar atención a la ternura, el respeto y la dignidad de niños y niñas en su crianza.
Así como las vacunas ayudan a prevenir enfermedades o a sufrir sus efectos más graves, la crianza con ternura propone una protección para la violencia y el abuso, pensando en el bienestar y salud mental de niños, niñas y adolescentes.
¿Qué es criar con ternura?
Educar con ternura se postula como una alternativa a la violencia, como una forma de promover el cambio y la mejora del tejido social.
“La crianza con ternura es acompañar el desarrollo de los niños y las niñas desde la forma más profunda de respeto para que estén en condiciones de desarrollar su potencial y hacer frente a los retos que enfrentamos como humanidad”, afirma Samantha Ibarra, psicóloga y experta en temas de niñez, adolescencia e inclusión a nivel comunitario para Save The Children México.
“Para romper el ciclo de violencia tenemos que necesariamente volver a los patrones de crianza”, agrega.

Romper el ciclo
La creencia de que si no se tiene mano dura los hijos no van a aprender se remonta a siglos de un tipo de crianza basada en el poder del adulto frente al niño o niña.
Aunque cueste trabajo identificarlo y admitirlo, la realidad es que la violencia, los gritos, los golpes y vulnerar la dignidad de los niños es algo normalizado en muchas familias.
El riesgo de esta “normalización de la violencia” recae en que si se vive en la infancia, será la única forma que tendrán los niños de relacionarse con otras personas en la etapa adulta, indica la psicóloga infantil.
Autocuestionarse y perdonar
Aunque la crianza con ternura propone estrategias claras como marcar límites, respetar la individualidad y dignidad de niños y niñas, amarles incondicionalmente, escucharles atentamente y estar presentes, el proceso de llevarlas a la práctica suele ser complejo.
Si no se recibió este tipo de crianza, requerirá un trabajo constante de amor propio, perdón y cuestionamiento constante por parte de los padres, señala la especialista.