Todo regreso a clases es una experiencia especial. Lo es para el infante que por primera vez acude a la escuela, pero también para el niño o joven que añora reunirse con sus amigos después de unas vacaciones.
Ningún regreso a clases, sin embargo, es como el de este 2021. La mayoría de los niños y jóvenes han estado aislados desde cuando menos marzo del 2020. El acercamiento de hoy puede ser, por lo tanto, más intenso y emocional.
La educación a distancia a la que obligó la pandemia tiene indudables virtudes, pero también defectos. La idea de que es una manera fácil de estudiar es falsa o al menos exagerada. Estudiar a distancia puede ser mejor para estudiantes muy motivados, que aprovechen cada momento de instrucción y se beneficien de la flexibilidad en los tiempos, pero en muchos casos es peor porque los alumnos no se sienten motivados y tienen una menor retroalimentación de los maestros. Quizá el peor problema de la educación a distancia, sin embargo, es la falta de socialización con los compañeros, la cual ha demostrado ser una de las grandes fortalezas de la escuela tradicional.
Esa socialización se puede dar nuevamente a partir de este regreso a clases. Sus consecuencias para el bienestar educativo y afectivo de millones de niños pueden ser muy positivas. Quizá por eso se espera con tanta ansia el regreso a clases.